Aunque cualquier persona puede infectarse con la bacteria de la Legionella, hay ciertos factores de riesgo individuales y ambientales que incrementan las posibilidades de contraer la enfermedad y que, además, complican el pronóstico y dificultan el tratamiento, como puedan ser el tabaco, el alcohol, tener una edad avanzada, …
Las bacterias se inhalan al respirar y avanzan hacia los bronquios y pulmones produciéndose así una respuesta inflamatoria pulmonar que puede derivar en una infección, que puede ser de carácter leve y sin una localización pulmonar, denominada fiebre de Pontiac, o bien de carácter severo presentándose como una neumonía atípica denominada enfermedad del legionario. Ésta última variante puede derivar en complicaciones pulmonares y sus síntomas más comunes son: tos aguda, fiebre, dificultad para respirar, fatiga y ocasionalmente diarrea o dolores musculares.